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sábado, 19 de mayo de 2012

Hacia una cultura sin restricciones

 Se entiende como restricción física cualquier método o dispositivo físico o mecánico que limita los movimientos para la actividad física del anciano o el acceso normal a su cuerpo y anula o disminuye la función independiente de la persona mayor.               

Existen numerosos tipos de restricciones: restricción física individual sobre el movimiento, restricciones a la circulación libre, supervisión y observación no consentida, control no consentido de la economía, actitudes institucionales por parte de los familiares…

En el presente artículo “Hacia una cultura sin restricciones: las restricciones físicas en ancianos institucionalizados", la Sociedad Española de Enfermería Geriátrica y gerontológica, ante la constatación de un problema relacionado con el uso y abuso se las restricciones físicas en las personas mayores en el medio institucional, se posiciona con el objetivo de conseguir un cambio en la cultura y en la práctica profesional.

En este documento se pone de manifiesto que las restricciones físicas en los ancianos atentan contra las bases fundamentales del cuidado. Como ya sabemos el cuidar es la esencia de la enfermería, y como futuros profesionales debemos de promover la independencia y la autonomía de los mayores. Es por ello por lo que, las restricciones físicas, conllevan a la ruptura del arte del cuidar.

“La única razón legítima para usar restricciones debería ser la terapéutica. Garantizar la seguridad, mejorar el bienestar del anciano y asegurar la aplicación sin riesgo de otros procedimientos sería el objetivo. Sin embargo, no hay evidencias científicas que avalen la consecución de estos objetivos y sí estudios que ponen de manifiesto las consecuencias negativas de tal práctica. De hecho, los sistemas de inmovilización pueden ser causa de muerte en los mayores”.

Cómo consta en el artículo, existen numerosas consecuencias negativas en el anciano que se ponen de manifiesto en diferentes estudios, tales como lesiones nerviosas, incontinencia, hipotensión ortostática, depresión, aislamiento, delirium, miedo…
Se puede observar que muchas de estas complicaciones, se tratan de patologías englobadas en los grandes síndromes geriátricos de los que hablé en anteriores publicaciones y los cuales se podían evitar, una de las formas de evitarlo considero que es una práctica sanitaria sin restricciones.

En algunas ocasiones se entiende como uso racional de estas restricciones a la utilización de las mismas exclusivamente ante situaciones críticas de riesgo grave e inminente, ante el fracaso de otras medidas alternativas y a su uso limitado que justifique el mantenimiento de la prescripción (entre otras). Las razones de su empleo "sistemático" son de variada índole: desde una cultura profesional, deficiencia en la asistencia, motivos de comodidad o para evitar caídas.
Como he podido presenciar en mis prácticas clínicas, lamentablemente, su empleo es innecesariamente alto y en la mayoría de los casos no están autorizadas ni justuficadas, lo que puede considerarse como una mala praxis atentando contra la calidad de vida del anciano. Considero que se debe de fomentar técnicas y cuidados alternativos a estas restricciones físicas “racionales”, que mejoren la calidad de vida de los ancianos y fomenten su independencia, ya que la consecución de la misma, es la guía que rige nuestra práctica en la enfermería geriátrica. 


Bibliografía:

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